No nos une el amor sino el espanto

“parece un chiste  si no fuera una joda grande como una casa” Tato Bores

Como tantos otros docentes de la Facultad de Periodismo de la UNLP he sido dada de baja, declarada prescindible, limitada en mis funciones, eufemismos todos para decir, lisa y llanamente, que fui echada de un día para el otro.

Relato brevemente mi situación y la cronología de los hechos:

Soy Profesora en Letras. He sido docente en la Facultad de Periodismo  desde 1985, habiéndome iniciado como Ayudante “ad honorem” y pasando por cargos sucesivos hasta desempeñarme desde 2007 como Profesora Adjunta con dedicación semiexclusiva a cargo del Seminario “El texto argumentativo”; soy  categoría III en el programa de Incentivos y co-dirijo (co-dirigía) un Proyecto de Investigación.

El 14 de mayo fui convocada por Secretaría Académica para informarme de que los Seminarios relacionados con la escritura (como el mío) estaban ahora a cargo del “Laboratorio de Escritura”, a cargo de Ulises Cremonte quien me convocaría  para ajustar  los contenidos del programa de mi asignatura a las necesidades curriculares.

Al otro día  el Sr. Cremonte acordó una entrevista conmigo para la semana siguiente pero la canceló antes de que se produjera.

En los días sucesivos sostuve con él varios diálogos por correo electrónico en los que lo instaba  a concretar el encuentro para poder preparar el material del Seminario, pero él siempre posponía  la entrevista.

A mediados de junio Secretaría Académica me informó que iban a limitarme en mis funciones (dicho así, en futuro).

En el mes de julio comprobé que la Facultad no había depositado mis haberes. En  agosto -cuando me entregaron una certificación de servicios que había solicitado- me enteré de que me habían dado de baja el 30 de mayo, esto es antes de anunciármelo y en el transcurso de las tratativas con el Sr. Cremonte.

Presenté una nota pidiendo explicaciones y la resolución de mi baja; al no obtener respuesta presenté otra nota pidiendo pronto despacho. Me enviaron una carta documento firmada por la Decana. Se aducían como  razones de mi limitación: “un proceso de organización del plantel docente y  de los seminarios que se dictan” y “que el Consejo Directivo no había dispuesto el dictado del seminario para el presente ciclo lectivo».

El 15 de octubre respondí con una carta documento que aún no ha obtenido respuesta.

En resumen, las irregularidades han sido varias: se ha violado el acuerdo paritario entre ADULP y la UNLP que establece que “las designaciones de carácter interino que se efectúen deberán tener como fecha de finalización el proveimiento del cargo mediante el respectivo concurso”, ya que  mi cargo nunca fue concursado; nunca se me entregó la resolución de mi baja y fui víctima de falsas promesas y dilaciones innecesarias.

Mi caso no es el único y tampoco, seguramente, el más grave. Hay colegas -especialmente los más jóvenes-  que han quedado directamente sin sueldo, sin obra social, debiendo afrontar como pueden sus deudas y la crianza de sus hijos.

Considero que mis colegas y yo hemos sido víctimas de los peores delitos: el abuso de poder y el autoritarismo, que uno creía que eran ya parte del pasado, del “nunca más”. Y como si esto no bastara, han empleado tácticas que tal vez no constituyan delitos en sentido estricto, aunque deberían serlo: la falta de respeto; el ocultamiento de información; el maltrato laboral y personal; la mentira y otros que no puedo definir sin incurrir en una grosería.

Se trata de un oxímoron ejemplar: enarbolar la bandera de los derechos humanos y del gobierno nacional y popular y “cagarse” (con perdón de la palabra pero no hay otra forma de decirlo) en los derechos laborales de sus propios empleados.

Tengo 60 años. Yo creía que ya nada podía asombrarse, pero este fundamentalismo es tan obsceno que ha despertado en mí el recuerdo de los días más aciagos de este pobre país.

Hacer un poco de memoria -“el pasado -dice Sarlo- siempre nos asalta de modo que es imposible negarse a recordar”- no les vendría mal a las autoridades de la Facultad, aunque algunos son tan jóvenes que tal vez alguien debería explicarles bien algunas cosas execrables que pasaron cuando no habían nacido, para que ellos (que tanto las detestan de palabra), no sean justamente los que las repitan.

Pero esto es sólo un pensamiento utópico ya que todos sabemos que la aserción borgeana -“el hombre está condenado a repetirse”- es siempre, lamentablemente, cierta.

Anahí Brunelli

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5 pensamientos en “No nos une el amor sino el espanto

  1. HOLA ANAHÍ:LAS 2 INGRESAMOS EN EL MISMO AÑO EN LA FACULTAD DE LETRAS.TU CARTA ME LA ENVIÓ ANA ALLENDE…TANTO TU CASO COMO LOS OTROS QUE LEÍ ME DIERON UNA PROFUNDA LÁSTIMA Y CONMOCIÓN.¿OTRA VEZ LA INJUSTICIA,EL EMPOBRECIMIENTO DE MENTES Y LO PEOR O CASI IGUAL,C BLOQUEAR EL ASUNTO ECONÓMICO QUE A CUALQUIERA AFECTA.
    POR TU MENSAJE TAN CARGADO DE COHERENCIA COMO DE FUERZA,ESTOY SEGURA QUE NO BAJARAS LOS BRAZOS Y AUNQUE EL HORIZONTE SE VEA SIN LUMBRE,SIEMPRE HAY UN HAZ DE LUZ QUE SE FILTRARA.TE LO DESEO SINCERAMENTE.///ANA MARÍA TOMATTI

    • querida ana: allá lejos y hace tiempo teníamos muchas iusiones… Dirán que soy un soñador, pero no soy el unico. Gracias por tu apoyo, más apreciado aún por la distancia…

  2. Es increíble que sigan ocurriendo en nuestro país injusticias como estas. La facultad de periodismo, que fue tan castigada durante el proceso militar, que tanto luchó para dejar de ser escuela superior y convertirse en facultad, es ahora un reservorio de las peores prácticas de los totalitarismos. Una facultad que tiene la «comunicación social» en su nombre es ahora una máquina de impedir que las distintas ideas y voces sociales fluyan por sus venas. La Prof. Anahí Brunelli, por su experiencia docente y por la excelencia académica ampliamente reconocida de su trayectoria, encontrará seguramente algún lugar donde ejercer su trabajo. En cambio, todos los alumnos de la facultad de periodismo y comunicación social que son privados de esta voz diferente, única, están condenados a la peor de las ignorancias: la de creer que existe solamente una verdad, la verdad que baja desde los púlpitos de las autoridades. Parece que los treinta años de democracia nos han dejado nuevamente a las puertas de estos patrones de estancia que creen que pueden jugar con las vidas y destinos de la peonada. El ejemplo de Anahí y de tantos otros les enseñará que los derechos que se consiguieron con tanta sangre derramada desde la época de la Patagonia rebelde en adelante son inalienables. No podemos aceptar autoritarismos y maltratos. No podemos aceptar que el simple ejercicio del pensamiento se constituya en peligroso para las autoridades de turno. No podemos aceptar que las autoridades académicas de las universidades públicas actúen como patronal de empresa multinacional. Nos comprometemos a luchar que estos casos desaparezcan pronto de nuestras universidades.

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